Ya son tantas las veces que todavía no se como mi voz sigue surcando los cielos, esquivando aviones, aves, nubes, tormentas, naves espaciales. Pero aun así el esfuerzo es en vano ya que el sonido se queda siempre a escasos centímetros, los justos, para que tu cerebro no interprete el sonido y lo descodifique para que te diga que te quiero junto a mi.
Da igual cuantas veces se tenga que poner el sol y salir la luna para que el viaje siga siendo eterno. El billete de este encuentro nunca tendrá fecha de caducidad, pero aunque la fecha siempre siga siendo infinita los materiales de los cuales fue creado no son duraderos, y la naturaleza se abre paso, poco a poco, deteriorando las líneas que marcan los años.
Esos años desde que el primer paso que marcó el inicio de una nueva era, una nueva vida que para mi sigue siendo una vida a trompicones, auto engaños y desengaños que me hacen evadirme de lo cruda que es la realidad.
Cierro los ojos mientras los compases de esta canción retumba de nuevo en mi interior, recuerdo tu mano entre la multitud multicultural del lugar, lo fácil que era perdernos y encontrarnos justo en el momento del éxtasis, cuando la voz solista alzó su voz y los tambores retumbaron mientras lo platillos nos mantenían en una levitación continua con el polvo del suelo abrazándonos, bailando al son de la noche, de nuestra noche, nuestro concierto, solos, tu, yo, y la multitud muda y sorda.
Otra vez viene, lo oigo salir de las profundidades, ahí viene, abriéndose paso, luchando contra mi propio cuerpo.
Ahí va otra vez, otro lanzamiento hacia el espacio exterior.
M.
Llegará el día que todo muera, pero hasta entonces vivamos.