Se desvaneció.
Gotas, lluvia difuminada en su rostro, lágrimas dibujando sonrisas, carcajadas mostrando debilidad, ojos albergando deseo, palabras conteniendo ira, labios encerrando pasión. El tiempo, cierra las puertas y vuelve abrirlas sin tener en cuenta si la corriente las entorna o si la fuerza es mayor que la cerradura nunca encuentra su final. Así de fácil, sencillo, como contar hasta diez, cosas de niños, o eso creemos. Pero somos engañados, despojados de todo pensamiento para caer en el olvido. Secuestrados, atados y maltratados, expuestos a torturas devastadoras, noches de insomnio y locura transitoria. Miedos que vienen y van, que se balancean con el canto de una nana infantil, la risa malévola del niño vuelve a retumbar en lo más profundo de la penumbra, el frió se introduce en tus huesos devorándolos con ímpetu y con saña, nunca se sacia. Somos débiles, una presa fácil encerrada en el territorio carnívoro de la amargura.